5 de mayo de 2016

En mis trece

A Paco Canela, por su gran afición.

Hace unas semanas, hablando con los colegas virtuales sobre los aficionados al flamenco que se suben al carro fuera de compás me quejaba de la falta de honestidad y de humildad de muchos de ellos. Pensé en contarlo, por qué no; tengo la creencia de que todo pasa por algo, nada pasa porque sí. Cada vez que me preguntan por qué soy flamenca siempre digo que nací en una casa flamenca, por suerte o desgracia, que en realidad fueron las dos; lo normal es que creas que es una suerte pero la verdad es que me hice flamenca por una desgracia y solo quien me conoce lo sabe.

Cuando tenía trece años recién cumplidos mi padre llevaba su camión cargado de huesos de aceituna dirección Mollina, decidió parar a comer en casa porque le pillaba de paso; pero nunca comimos. Antes de comer bajó al campo a revisar los goteros de los olivos y un cosquilleo en el brazo empezó a devorarlo... detalles a parte, tras tres paradas en una ambulancia llegó al hospital con el doble de morfina que su cuerpo podría soportar y sin esperanza de vivir, solo le pinchaban para que no sintiera dolor al irse. Es duro decir esto, pero es así. Yo seguía teniendo trece años, no crecí de repente para asimilarlo. Él tampoco lo asimiló.